La mortal sobredosis suministrada a la empresaria Socorro Romero Sánchez
Si el certificado médico presentado por la parte acusadora y la diputada Olga Lucía Romero Garci-Crespo, o Mónica Caballero Garci-Crespo, es verdadero, estamos sencillamente, frente a un delito por negligencia médica. Con razón el médico Guillermo Ulises González Hernández desapareció sin dejar rastro alguno.
Es sabido por todos los tehuacaneros y, a estas alturas, por todo México, que la empresaria Socorro Romero Sánchez, en 2009, perdió la batalla contra el agresivo cáncer de colon que la llevó a la tumba, después de varios años de estar combatiendo con esta terrible enfermedad. Su oncólogo de cabecera radicaba, por esos años en la Ciudad de México. Unas semanas antes de su lamentable muerte, el 4 de diciembre, “alguien” de la familia, que no se menciona en el documento, mandó llamar al doctor Guillermo Ulises para que ayudara a la empresaria avícola, a soportar la última fase de su enfermedad.
El documento tampoco especifica si fue voluntad de la señorita permanecer en casa para morir en ella, o si el médico no la internó porque no le pareció conveniente. Pero lo cierto es que le suministró un ansiolítico que en algunas ocasiones también se utiliza para calmar fuertes dolores físicos. 5 miligramos cada 8 horas es lo que el médico reportó haber recetado, casi 10 años después de la muerte de la señorita… Este médico de prodigiosa memoria, recetó una alta y peligrosa dosis para el estado de salud de la señorita Socorrito.
Además, si él afirma que gracias a las condiciones de salud, entiéndase a los potentes medicamentos que él mismo le dio a la empresaria, ésta no se encontraba consciente para firmar su testamento, sabiendo a consciencia lo que estaba haciendo; el médico Ulises es un culpable definitivo. Es como afirmar: “yo la dopé con sobredosis de midazolam y por eso no estaba consciente; por lo tanto, el testamento no es válido”. Vaya valentía o sinceridad de este médico, con razón no ha vuelto a aparecer para dar su testimonio…
Este juicio está plagado de horrores y abusos de poder, poco dignos de una diputada del famoso cambio que propone su partido; más bien, la diputada trabaja a la vieja escuela de Díaz Ordaz, López Portillo o Luis Echeverría.
Lamentable y dudoso ese certificado. Lo cierto es que si en efecto le suministró esta alta dosis, le habría provocado la muerte en algunas horas, porque el cuerpo de Socorrito ya estaba debilitado a través de los años, por la agresividad del cáncer. Aún nos queda una pregunta sobre el célebre certificado médico: ¿Se trata de negligencia médica o de un montaje a sueldo?