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Letalidad

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PULSO

Eduardo Meraz

Aún no concluye el primer mes de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y los mexicanos ya resentimos aumentos significativos en la letalidad del nuevo régimen, en materia política y en la actuación de las fuerzas armadas y el crimen organizado.

La letalidad política se hace presente en el comportamiento del poder legislativo; la de las fuerzas armadas en confusiones y enfrentamientos directos y entre la delincuencia, a través de la aparición cotidiana de decapitados y autos bomba.

La sincronía entre estos tres elementos no es casual, sino causal de la recomposición de fuerzas entre sectores y grupos de poder, reconocidos y fácticos. Y si se va más allá, tras las apariencias, es la lucha por ver quién tiene mayor capacidad para suplir el liderazgo, ya no presencial, pero nunca ausente del ex mandatario.

Con la colaboración explícita de la mayoría de consejeros del Instituto Nacional Electoral y magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la sobrerrepresentación otorgada al oficialismo se ha transfigurado en “supremacía cuatroteísta”.

Valiéndoles gorro el cuidado de las formas y procedimientos normativos, guindas y aliados han convertido la reforma al poder judicial en un acto de exterminio de sus actuales integrantes.

La letalidad de las disposiciones emitidas hasta el momento, más las que faltan -según han expresado líderes de la 4T-, constituyen una masacre legislativa no vista desde hace medio siglo.

Ahora, vía la expropiación o despojo de los fideicomisos del poder judicial, quieren financiar la elección de jueces, magistrados y ministros. Es decir, tendrán que pagar la cuerda con la cual serán ahorcados; ni siquiera en eso quieren gastar. ¡Vaya justicia!

Y no que decir del fin de la finalización de la etapa de los abrazos y no balazos. Las fuerzas del orden -Ejército, Marina y Guardia Nacional- han decidido abrir fuego a discreción sobre delincuentes y algunos “civiles sospechosos”, atacando las causas y dejando de lado investigación e inteligencia.

El incremento en el número de personas abatidas en el primer mes del nuevo sexenio muestra una tendencia preocupante en la evolución de la milicia del país, pues ya hemos visto cómo se avanza hacia el “mátalos en caliente” y luego virigüamos.

Podría interpretarse como una respuesta al siguiente nivel de violencia, dónde cualquiera puede perder la cabeza -ser decapitado- o el estallido de autos, cerca de oficinas gubernamentales. Con ello, no sólo logran descabezar a sus adversarios, sino introducir miedo mayúsculo en la población y presionar a las autoridades.

Es decir, estamos en los prolegómenos de un nuevo capítulo en la integración de grupos de poder inherentes al cuatroteísmo. Al igual que el T-MEC, los acuerdos previos ya caducaron y es menester llegar a nuevos.

El acuerdo tácito entre los poderes ejecutivo y legislativo, para subyugar al judicial, es parte de tal recomposición, sin saber si tendrá final feliz, pues la relación entre los dos primeros tiene incipientes fisuras.

Por su parte, el sector militar está mostrando su negativa a la pasividad y subordinación a ciegas. Misma actitud mostrada por el crimen organizado, que muestran interés en ensanchar sus negocios.

Así, el segundo piso de la transformación habrá de pasar por el bautizo de la letalidad, aunque las bajas pueden ser su Waterloo.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

De acuerdo con lo acontecido en la última semana, Claudia Sheinbaum concluirá su primer mes al frente del país con alrededor de 2,100 asesinatos, donde cada 24 horas se celebra el Día de Muertos.

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@Edumermo