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ABANICO /Mentiras al filo de la ética

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Por Ivette Estrada

Hay mentiras piadosas que facilitan las relaciones interpersonales y evitan daños en la autoestima de otros. Hay engaños que son aceptados socialmente y hay otros que rebasan la delgada línea de lo correcto y destruyen.

Muchos aseguran que el daño innecesario justifica falsear la verdad. Dañar los sentimientos del otro o debilitar la autoestima justifica la mentira…aunque sólo a nivel social.

_¿Crees que me veo bien?

_¿Por supuesto!

La mentira está bien si no soy profesionista en imagen o si no existen errores garrafales en el atuendo o apariencia de quien pregunta. Sin embargo, es una mentira reprobable y horrenda si alguien me pide la opinión de un discurso y le digo que está bien cuando se poseen datos que podrían cambiar la perspectiva o matiz, e incluso cuando se encuentran yerros que cambian el sentido de la tesis.

A nivel profesional debe prevalecer la verdad y no buscar agradar al cliente o usuario. Equivaldría a que un médico dijera:

_Tienen la salud o la enfermedad que quiera. Le receto y prescribo lo que le parezca bien.

Cuando decir la verdad causará dolor emocional y sufrimiento a alguien, sin conducir al mismo tiempo al crecimiento o valor a largo plazo, muchos pensamos que mentir es justificable. Es mentira piadosa y todos decimos algunas.

Existen ocho “estándares comunitarios de engaño”, o situaciones en las que la mayoría considera ético mentir: hacerlo a personas emocionalmente frágiles, cercanas a la muerte o que estarían confundidas por la verdad. También encontraron más ético mentir cuando hacerlo ayudaría a otros a salvar la cara en público o concentrarse en algo importante. Las mentiras que eran subjetivas o triviales también se consideraban en límites, y aquellas sobre una situación que el receptor finalmente no podía controlar.

En sí, la mayoría aprueba la mentira cuando es menor el valor percibido de decir la verdad y mayor el daño causado.

Sin embargo, si esas mentiras piadosas o paternalistas, hacen más daño que bien si se descubren. La mayoría de las personas no ven favorablemente los actos de engaño. La investigación encuentra que falsear la verdad provoca todo tipo de emociones negativas en el perceptor y tiende a tildar de incompetentes a quienes mienten.

Pero la mentira no es tan castigada en el ámbito profesional. Aunque mentir puede dañar las relaciones personales, la investigación sugiere que en algunas profesiones la capacidad de falsear la verdad puede ser un activo fuerte.

En ocupaciones con lo que los investigadores llaman “alta orientación a la venta”, definida como el “uso de tácticas de persuasión de alta presión para provocar transacciones económicas inmediatas y egoístas”, argumentan que el engaño en realidad podría verse como una señal “buena”.

En otras palabras, en ciertas ocupaciones como ventas, publicidad y banca de inversión, en el imaginario popular se cree que los engañadores son más competentes que las personas honestas. Sin embargo, lo que siempre está en juego es la credibilidad personal y de las empresas y marcas que representamos. La mentira entierra prestigio y confianza.

Más aún: en política la mentira puede representar un gran capital, pero sólo de forma momentánea. Al final, el mentiroso cae en su propia trampa y su nombre se vuelve sinónimo de falacia.

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