Por Elizabeth Ambriz Olavarria, Presidenta de la Sociedad Mexicana de Autores de las Artes Plásticas (SOMAAP).
En el mundo del arte, las ferias juegan un rol protagónico.
Son plataformas de exposición. “Vitrinas” interactivas que le permiten a coleccionistas, curadores, artistas, especialistas y público en general, conocer las propuestas de galerías y de proyectos no lucrativos independientes.
Quien pretenda catapultar el arte local mira a las ferias de arte como las herramientas para lograrlo y generar la visibilidad de las propuestas e ideas de una determinada región.
No en vano, las ferias representan una oportunidad para los especialistas, comerciantes y creadores. No sólo tienen un impacto comercial y de compra-venta redituable, sino que generan los entornos idóneos para conocer propuestas, ideas y tendencias, para asomarse a un mundo nunca terminado y evolutivo de la expresión plástica.
Durante las ferias lo que se genera no es solamente un capital económico derivado de las ventas, sino también un capital simbólico: visibilidad con otros curadores y galeristas, conocer nuevos artistas y la más reciente producción de los ya conocidos.
Las ferias de arte son redes de colaboración en las que participan artistas, galeristas, promotores, prensa y un sinfín de partes interesadas de los ámbitos locales, nacionales e internacionales.
Sin embargo, estas “ventanas” al mundo ahora se colapsan: En 2001 había cerca de 50 ferias por año y en 2019 ascendió a más de 300 anualmente. Tal saturación puede generar exposiciones de mala calidad, sin una narrativa sólida, carentes de propuestas novedosas, conceptos reiterativos, poca originalidad y “abaratamiento” de las expresiones plásticas.
Así, las ferias deben tener como componentes esenciales la inclusión y diversidad, además de una curaduría que posicione la unicidad de cada artista en el mapa vertiginoso e inexplicable de los artistas que deben verse. Esto, dentro de una narrativa nueva y paradójicamente asequible.
La feria Zona Maco, por ejemplo, recientemente reunió 210 galerías procedentes de 25 países. Sin embargo, este universo de ideas debe buscar prevalecer en l mente y sentidos de los miles de espectadores.
No se trata de soluciones prontas para que el arte emergente aparezca, es vincular ideas nuevas a expresiones que trascendieron ya en el tiempo y en contextos predeterminados, es generar nuevas revaloraciones e impactar la piel, psique y propuestas del espectador.
Por supuesto, esto implica un gran reto para los organizadores de estas ferias y de quienes participan en ellas.
Después de la pandemia el arte cambia sustancialmente y se vuelve parte intrínseca de nuestros valores y vida. Las ferias, esas ventanas al mundo, no pueden desmarcarse de tales tendencias.